El Océano Pacífico absorberá la radiación de Fukushima
La nube radioactiva que se ha formado sobre Japón tras el accidente
en la central nuclear de Fukushima acabará asentándose sobre el Océano
Pacífico.
Los ecologistas aseguran que esta es la única forma de que los
territorios adyacentes a la central queden a salvo de la radiación que
se ha liberado.
La fauna oceánica se verá afectada en cierta medida pero, de esta forma, las personas no sufran.
Los daños de la radiación
Según
el director de la cátedra de meteorología y climatología de la Facultad
de Geografía de la Universidad Estatal de Moscú, Alexander Kislov,
hasta el próximo 25 de marzo “no se pronostica un peligro real para el
territorio de Rusia”. Durante esta semana, los vientos arrastrarán las
nubes radiactivas hacia los Estados Unidos, lejos del continente
asiático.
La tranquilidad de los científicos hasta cierto punto se debe al
vacío informativo de la parte japonesa que no ofrece datos suficientes
para la alarma. La información sobre la fuga radioactiva y, en
particular, sobre la composición y la altura de las emisiones es
bastante escasa, señala Alexandr Kislóv. Es por ello por lo que, en
opinión de los expertos, resulta algo prematuro hacer pronósticos
precisos y a largo plazo.
En estos momentos no hay un especial peligro de que se vean afectadas
la flora y la fauna del océano, piensa el Director de la Cátedra de
Oceanología de la Facultad de Geografía de la Universidad Estatal de
Moscú, Serguei Dobroliúbov. El agua es un buen absorbente de la
radiación y por lo tanto los seres vivos no deberían, en principio,
sufrir daños severos. “El Océano Pacífico es un sistema altamente
dinámico, todo se mezclará y se dispersará”, añade la experta Antonina
Poliakóva. Además, los nucleídos de corta vida del tipo yodo-131 no
presentan gran peligro, el período de su desintegración es poco más de 8
días.
“Por otra parte, los peces son generalmente más resistentes a la
radiación que los humanos. Para una persona, 500 unidades de radiación
representan una dosis mortal, mientras que un pez necesita el doble, así
que en la situación actual la fauna oceánica no tendrá ningún
problema”. En otro orden de cosas, las aguas del océano ya son de por sí
ligeramente radioactivas, conteniendo microdosis de potasio-40 y de
estroncio-90”.
Pero, por supuesto, será mejor no consumir el pescado extraído de la
zona contaminada, ni los moluscos cultivados en las desembocaduras de
los ríos y en las lagunas. Los moluscos tienden a acumular metales
pesados como el mercurio y cadmio y sustancias radioactivas, explica
Serguei Dobroliúbov.
El ecólogo Alexei Yablokov explica que las numerosas investigaciones
sobre los efectos que tiene la radiación en la fauna de agua dulce han
demostrado que se producen alteraciones en la composición cromosómica de
los crustáceos y se producen variaciones en de su sistema inmunológico.
El asentamiento de partículas radioactivas apenas tiene un efecto
significativo sobre la composición química de las aguas oceánicas. Para
el señor Dobroliúbov para el hábitat subacuático es mucho más peligroso
el proceso de acidificación, derivado del calentamiento global, y que
aumenta con la generación de dióxido de carbono. Al disolverse en el
agua, éste se transforma en ácido carbónico y cambia el factor pH,
principal indicador de la acidez del ambiente. Los corales son los
primeros afectados por la acidificación del agua.
Las secuelas del tsunami.
Los
tsunamis han causado muchos daños a la infraestructura industrial, lo
cual podría traducirse en una gran contaminación del medio ambiente,
creen los ecólogos. Muchas sustancias orgánicas e inorgánicas de origen
industrial han sido arrastradas mar adentro, contaminando el litoral
marino cercano a la costa, especifica Antonina Poliakóva.
Las secuelas de todo esto son difíciles de evaluar, aunque se verán
suavizadas por los movimientos oceánicos y las corrientes que van
mezclando el agua.
El guión más pesimista
Según
el guión más pesimista, si el cesio-137 o el estroncio-90 acaban
depositándose en el agua se crearía un problema importante porque son
isótopos radioactivos de larga vida. El período de desintegración del
estroncio 90, por ejemplo, es de cerca de treinta años. Este extremo
sería peligroso para el hombre.
Por otra parte, quizá no merezca la pena alarmarse en demasía.
Recordemos la explosión en la central del Chernóbil ocurrida el 26 de
abril de 1986. En verano de ese mismo año los científicos
estadounidenses a bordo del barco “Atlantis” realizaron un estudio de
las aguas del Mar Negro. En las muestras fueron descubiertos
estroncio-90 y cesio-137, pero las concentraciones no eran alarmantes:
se había producido una mezcla de las aguas, una especie del proceso
natural de purificación.
Hay que asentar los isótopos
Nunca
se había dado el caso que hubieran fallado varios reactores a la vez,
como ha ocurrido en Japón. No se sabe qué ocurrirá con los habitantes de
las zonas afectadas ni qué enfermedades llegarán a desarrollar dentro
de cinco ó diez años, señala Alexei Yáblokov.
Parece evidente la
necesidad de asentar los isótopos radioactivos con el uso de los aviones
que esparzan sustancias especiales por la atmósfera, explica el
científico. Las consecuencias de la explosión en Chernóbil podrían haber
sido mucho más desastrosas si no se hubieran asentado los isótopos en
la zona de Tula, Riazán, Briansk y Kaluga y las nubes radioactivas
podrían haber alcanzado Moscú y otras grandes ciudades industriales.
La
situación actual es más simple, pero sólo en un aspecto: es evidente
que la solución pasa por hacer descargar la nube radioactiva en el
Océano, que será el que se encargue de la radiación.
http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20110324/148582580.html